La historia del fútbol contará que George Weah (Liberia, 1966) ganó el Balón de Oro de 1995. Pero este galardón tapa una carrera forjada desde la miseria y levantada por un afán de superación únicos y unas cualidades portentosas.
En un país donde jugar un partido podía costar tres o cuatro horas de camino a pie, el también conocido como la ‘pantera liberiana’ empezó a destacar en las categorías inferiores del Young Survivors of Clartown (Los jóvenes supervivientes de Clartown), lo que ya de por sí lo dice todo. Debutó a los 19 años en el Mighty Barolle.
Luego vino el Invincible Eleven de su país y el Tonnerre Yaoundé de Camerún. Fue el entonces seleccionador camerunés Claude Le Roy quien se lo aconsejó al Mónaco de Arsène Wenger. Weah siempre ha considerado al francés su padre futbolístico. Cuentan que le regaló el trofeo de mejor jugador del mundo
Mónaco y PSG fueron sus paradas francesas, donde se hartó de marcar goles y cosechar éxitos. Rayando la treintena, en 1995, se fue al Milan. Aquel año ganó el FIFA World Player y el Balón de Oro gracias a su velocidad, amplísima zancada, agilidad, potencia y remate. Un hito histórico al convertirse en el primer futbolista africano en recibirlo. Chelsea.
Manchester City, OM y Al-Jazeera completaron una carrera de 610 partidos y 279 goles. El éxito de Weah perduró siendo político en Liberia. Candidato a presidente en 2005, Mandela dijo en una ocasión: “Es el orgullo de África”. Y del mundo.